― ¿Por qué mi casa tiene que ser la
casa del terror de Greentown? ―preguntó Sally, desarmando una telaraña falsa.
Esto era antes de los misterios. De los secretos y de las
nuevas personas que pronto se sumarían a la vida del aquelarre de las brujas de
Greentown. Elsie aún vivía en su apartamento sobre “Hecathe herbs” y a Bautista
no le molestaba que Javiera no hablara con la inclusiva letra “e”. Fue
durante el último Halloween antes de la muerte de Carmen Bausman, y en ese
entonces las brujas no eran tan famosas en el pueblo; aunque había un voto
secreto entre adolescentes y chicos que ellas debían (por su condición y
apariencias) festejar el Halloween en grande.
Habían pasado ya tres Halloween juntas y Javiera en especial,
había insistido en que armaran una casa encantada en la casa de Sally. Javiera
había dispuesto una mesa con calaveras y una bola de cristal junto a su mazo de
cartas para actuar de oráculo.
Bautista se había vestido de host. Ella iba con una campana y una vela
contando historias de terror en las cinco paradas que Elsie y Sally habían
armado en el recorrido.
El árbol del ahorcado, era el pobre roble de Sally con un muerto de látex. El
castillo de Holmes era la sala. Se habían inspirado en asesinatos reales para
armar la casa embrujada de ese año. En la sala, Elsie interpretaba a Lizzy
Borden y en el ático habían hecho una especie de homenaje a los ladrones de
cuerpos de Londres. Sally era la Báthory, con su baño todo ensangrentado.
La idea había estado original, pero cuando Sally vio su casa
como un parque de diversiones sintió que la fuerza de la diosa le flaqueaba.
― No creo que deberíamos haber dejado que Javiera nos
convenciera a llegar a tanto. Mira si la gente piensa a que somos morbosas o
nos reímos de las víctimas
― Es Halloween Sal, tenemos carta blanca para ser siniestras
pero le pedimos a Bautista que fuera seria con sus relatos. El resto es un poco
de puesta en escena
― Mi bañadera desborda de sangre falsa…
― Si creo que eso fue un poco demasiado. ― Acotó Javiera
apareciendo con una bolsa de dulces para colocar en el caldero.
Era temprano, quizás demasiado. Afuera era un día gris y
nebuloso. Había caído un manto de niebla que parecía haber desdibujado la línea
entre los vivos y los muertos y quizás, solo quizás, había sido así.
El viento soplaba del este, cuando Javiera notó a la
muchacha. Había pensado que era Elsie por el vestido, pero cuando se acercó a
retarla por descansar, con todo lo que había que montar, se frenó en seco:
―Elsie, ya deja de hacerte la tonta y pasearte con ese
vestido de 1800. Hasta las siete no arrancamos... ―. Cuando la niebla, que
parecía arremolinarse alrededor de la muchacha se disipó se dio cuenta que, no
era Elsie. Era una chica con una campera de cuero años cincuenta y un vestido
blanco.
Y la magia ardió en la punta de sus dedos.
Algo sospechoso. Como decía la frase de Shakespeare, quizás
era hasta malicioso. Javiera procuro no hablar primero, pero puso una sonrisa
comprensiva.
― Soy Imelda. ―. Dijo ella llevándose la mano a un colgante
― Hola. ― Dijo Javiera sin decir su nombre.
― Yo estoy trabajando en el piso de Lizzy no entiendo por qué
me gritas…― Elsie quien se había tomado muy a pecho el papel y ya estaba metida
en él, observo que su amiga estaba con alguien. Alguien que se había desviado
de rumbo.
―Es Imelda ―. Dijo Javiera viendo a Elsie que miraba con
ojos encendidos y mejillas rojas, a la pálida muchacha.
―¿Quieres ver nuestra casa?... Bueno es la casa de mi amiga,
la estamos preparando para Halloween
Javiera hizo señas de que no la dejara entrar. Su ascendencia italiana estaba
insultando sonoramente en su interior a su amiga, la bruja verde.
―No sé si puedo, mi novio me tiene que pasar a buscar. ―
Respondió en un susurro Imelda.
―Tonterías
Javiera asintió con una sonrisa nerviosa. Imelda tomó la delantera pasando por
el portal y allí las sorprendió a Sally y a Bautista.
Sally la reconoció enseguida. Bautista solamente recibió una sensación helada
como si alguien hubiera puesto la ventilación en frío.
Ella era tan común y estaba tan fuera de lugar, al mismo tiempo.
―Esta es Imelda y le voy a mostrar la casa.
―Si quieres puedes ayudarnos a decorar.― Anunció Sally, con
cautela, mostrando las telas de araña falsa.
Y entonces las cuatro brujas, con Imelda, se pusieron a terminar la decoración
de la casa embrujada.
Cuando los visitantes comenzaron a llegar, todos se sorprendían con la
inventiva de las chicas pero Imelda parecía ansiosa y con ganas de que la
tierra la tragara. Quizás la tierra si debía tragarla, podía pensar uno
al contemplarla.
Joseph apareció con Noah y Virginia. Iban vestisdos de Capitan América, Spiderman
y la agente Carter.
― ¿Quién es tu amiga, la del estilo rockabilly? No la
conozco. ― Le preguntó a Sally. La bruja mayor miró a Elsie y Elsie miró a Imelda.
¡Tenía que haberla notado!
― Imelda, está un poco perdida, porque su novio tenía que
venir a buscarla.
― Pero aún hay tiempo.
Respondió por lo
bajini, la bruja verde. Joseph notó que ambas amigas estaban discutiendo de una
manera subrepticia con un duelo de miradas.
― ¿Pasa algo? ¿Quieren que llame a la jefatura y pida
información del novio?
― ¡No! ―. Gritaron ambas muchachas y saltaron los McCarthy
sobresaltados.
―Solo disfruten de la casa. ― Dijo Sally y los invitó a
recorrerla.
Y entonces dieron las doce. La casa estaba llena de actividad y rebosaba de
gente, cuando el motor de una moto, que rugía como el mismo infierno, retumbó
en la puerta de entrada de la Bruja Mayor.
Las cuatro brujas abandonaron su puesto corriendo y fueron a mirar. Si, Imelda
había aparecido demasiado temprano a la fiesta.
― Es Art ¡Ese cabeza de chorlito! ―. Exclamó Imelda y
saludando a las muchachas se fue a su encuentro. Art era tan rockabilly
como ella. Se subió a la parte trasera y ambos partieron llevándose el sonido
infernal.
―¡Y ahora no tenemos más casa embrujada! ― Se quejó Javiera.
Las chicas sonrieron, pero en el fondo le agradecieron a SamHain que Imelda no
se hubiera llevado a ninguna de ellas o a sus amigos.
―Me pregunto, ¿quién sería Art? Fue lindo que apareciera a
buscarla. ― Dijo Sally encendiendo una vela blanca en el altar de Samhain.
Luego, cada una hizo lo mismo.
Para los presentes,
esa pieza de decoración pintoresca, sólo era una decoración más, pero para las
brujas una ofrenda.
Elsie dibujo un corazón con una A y una I en su interior y lo puso en el altar.
“Ojalá encuentren su camino.” Deseó la bruja verde para
cerrar la ceremonia.
Se llama "Los misterios de la bruja verde: muerte bajo el muérdago" y la pueden encontrar en el siguiente link de Amazon.
¡Hola Jimena! ¡Muchisimas gracias por este fragmento de tu novela! Besos :D
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